miércoles, 2 de enero de 2008

Una Verdad

Regresamos al departamentito de la Licenciada, esta vez presididos por el oficial, Huanca se apellidaba. La Lcda. abrió de inmediato y Huanca le explicó: se trataba de una circunstancia excepcional y que por tratarse de ella, dijo, y por tratarse de nosotros, agregó, podríamos quedarnos con ella esa noche. La Lcda. tardó un poco en responder, no sé si por extrañeza o para acomodar sus ojos a la oscuridad que comenzaba a caer, y nos invitó a pasar.

La Lcda. condujo a Alberto a una pequeña habitación junto a la cocina, “es para huéspedes” explicó, que se encontraba increíblemente bien provista: baño propio, tv por cable y minibar, entre otras comodidades. De la cocina apareció una cholita y la Lcda. le encargó algunas viandas que juzgué de sonoridad suculenta. Esa noche la cena fue romanesca, con buenos vinos de Tarija, de “cepa de altura” según su etiquetado. Alberto apenas probó el vino y se retiró pronto a su habitación. Cerró tras de sí la puerta y se quedó un rato con la luz apagada. Pronto, sin embargo, encendió el televisor y sintonizó un noticiario argentino. Por mi parte, fui conminado a seguir a la Lcda. a su habitación, en la planta alta.

-Un momento, quiero que aclaremos algo –la detuve.

-Yo a usted lo voy a aclarar –dijo y me arrastró escaleras arriba con la determinación y contundencia que cabía en su gloriosa humanidad. Dos hemisferios, el mundo todo, fueron sus nalgas subiendo por esa escalera y yo cual Atlas aventando su avance. No describiré cómo se resbalaban sus muslos como delfines entre mis manos, que vi pequeñas; sólo apunto que mucho fue cuanto la amé y cuanto gozamos; esa noche soñé que nos presentábamos en sociedad y me veía obligado a dar alguna explicación sobre nuestros portes tan dispares; eso, unido a nuestra gran diferencia de edad pintaba un cuadro en que yo podía llevar la peor parte.

Desperté, inquieto quizá por nuestro futuro y noté que la Lcda. no estaba a mi lado. Me incorporé en silencio y vi cómo hurgaba en ... ¡un maletín! Sí, era un maletín lo que tenía entre sus manos, sentada en una silla junto a la ventana. Me recosté y procuré dormir.

12 comentarios:

Solis dijo...

Cónsul: Veo que finalmente ha parido una buena entrega. Le eché de menos una buena porción de erotismo, dado el carácter sustancioso ( rotundo, diría oliveira) de la Lcda.
Lo veo en el libro de reclamos y le felicito.
En relación a lo mío, creo que suprimiré mi blog, por inservible.
Atentamente
Solis

Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...

Sr. Solís: Veo que sus modales han cambiado, y para bien. Atrás quedan los días en que me amenazaba con su afilada pluma, blandiéndola torpemente como esos actores gordos que aparecen en remakes de Los Tres Mosqueteros.
Ud. extraña mayor sustancia; y yo le contesto que la rotundidad a esta edad viene en dosis mezquinas, requisito sine qua non para que este escriba pueda proseguir.
En cuanto a su blog, le sugeriría conservar al editor y deleitarnos con el submundo de los pases deportivos.
Le saluda,
EG

irene dijo...

Entro en tu blog a través del de Humo, yo llevo poco tiempo en esto, y me encanta, no sé si a partir de ahora seré capaz de estar casi un año, como tú, sin poner algo, aunque sean tonterías.
Me alegra también intuir que más o menos somos de la misma edad, en un medio que está copado por jóvenes.
Volveré para leerte tranquilamente.

humo dijo...

¡Por fin!
¿Un maletín, dice? ¿Un maletín?
¿De qué me suena a mí eso del maletín?
Esa Licenciada tiene más peligro...

Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...

Irene:
Agradezco tu visita, y bienvenida a esta desorganizada tertulia, que la periodicidad me va poco. Como dije una vez: pasa, mira y si algo te gusta, te lo llevas o te lo comes. Eso sí: deja la puerta del refrigerador cerrada.

Srta. Humo:
Efectivamente, el maletín encierra, le anuncio, la clave de esta historia, que en mi ánimo está la terminar. Más pistas no puedo darle, salvo decir que sobreviví -a la licenciada y al maletín-, con casi ninguna merma de mi salud.

humo dijo...

Cónsul,
acaba usted con mi paciencia; creí que había reflexionado y ya estaba usted convencido de que echar un poco de carne (literaria) a las fieras nos amansaba durante un tiempo, pero veo que no se preocupa en absoluto de mantener satisfechos a sus lectores.
Estoy segura de que tiene por ahí algo publicado. Al menos, haga el favor de comunicármelo por cualquiera de los medios que tiene a su disposición.
Espero que su salud sea tan estupenda como sus letras.
Un beso.

Anónimo dijo...

Señor cónsul:
Me he entretenido mucho con sus ironías y, particularmente, con el puesto consular en el que Ud. ofrece mediar para que se nombre a su amigo Oliveira, por lo cual lo felicito.
Sobre su verdadera identidad le digo que también lo tengo en la mira, pues creo conocerlo. Por lo mismo, lo invito a conocer mi primera incursión en este ámbito, en el que Ud., Oliveira y otros tanto disfrutan
Cordialmente
"Buscador inveterado"
17/03/2008

Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...

Sr. Buscador:

Le agradezco su visita y siéntase como en su casa.
Espero que eso de tenerme en la mira no sea más que en sentido figurado.

Anónimo dijo...

Sr. Cónsul:

Tanto por su distinguida investidura como por su trayectoria que en las letras trasuntan sus escritos, agradezco la cortesía demostrada por haberme respondido. Sin embargo, y a pesar de la carga enorme que en su quehacer adivino, como recién yo estoy comenzando en estas lides por Ud. ya transitadas, mucho agradeceré que me diga algo sobre el escrito que de algún modo algún día también querré que llegue a las manos de una licenciada.
Sobre el sentido de la mira no hay malas intenciones. Sólo puedo decirle que al visitarlo lo estoy mirando.
Buscador inveterado.

Benjuí dijo...

Queridísimo Cónsul,
He recibido sus dos comentarios como quien recibe carta de un amigo desaparecido: con sorpresa y una grandísima alegría, aunque ésta sería mayor si usted volviera a escribir.

(Ahora, como ve, estoy experimentando con el micro relato, aunque también a mí me cuesta trabajo mantener el blog... Espero jubilarme pronto y entonces vencer mi pereza natural imponiéndome un horario fijo).

Sepa usted, además, que valoro mucho su opinión y menos su humildad.

Un beso.

Benjuí dijo...

Por cierto, ¿Cómo ha conseguido arrancarme el antifaz?
Creo haberle dado alguna pista, pero hace tanto que ya no me acuerdo.

Más besos

Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...

Benjuí:
Contestando tu pregunta, involucro a Humo: sucede que bregando por arrancarle (a ésta) las bragas, me quedé con tu antifaz.
Bueno, la verdad es que hay un post de Enero, de título Deseo, que Humo decía estuvo en otro blog. Lo difícil no fue buscarlo, sino encontrarlo.