domingo, 14 de enero de 2007

Alberto Santoro, Investigador Privado


Alberto reconoció mi voz, o tal vez escuchó atentamente mis pasos, y me abrazó efusivamente. Yo, sorprendido, no quise preguntarle. Fue él quien abordó el asunto.

-Hará cuatro años que ya no veo. Me sometí a una operación, sin éxito.

No supe qué contestar.

-Por lo que escuché en el avión- cambió de tema, haciéndose cargo de mi incómoda sorpresa-, parece que el Dr. Vaca Díez era bien conocido. A nadie le resulta indiferente su muerte. Dicen que no tenía enemigos, pero luego oí que tenía mucha suerte con las mujeres. Hasta escuché que en una ocasión se fugó al Brasil con la esposa de otro. También tuvo líos con una sudafricana. No descartaría que todo eso tenga que ver con el crimen, pero habría que ver cómo cuadra la desaparición de su maletín.

Me pidió que le leyera lo publicado ese día. Compré El Deber y lo repasamos en las afueras del edificio, bajo un árbol de los estacionamientos. Quedó al tanto. Le conté también que la Licenciada Peredo ya estaba a esa hora formalizada por homicidio, que fui interrogado y luego plagiado. También le dije que había policías que sabían de mi presencia en el aeropuerto. Le conté que me buscaron en mi hotel, con un supuesto mensaje de la Licenciada, pidiéndome visitarla en la cárcel de Palmasola.

-Cuánto hace que hablaste con esos policías?- inquirió.

-Hará una hora, algo más, no sé.

-Bien. Vamos de inmediato a ver a la Licenciada- ordenó.

-Pero...

-Sabiendo que estás asustado, nadie pensará que vas a ir ahora. Tenemos tiempo.

La cárcel de Palmasola es un inmenso recinto amurallado, del tamaño de cualquier ciudad medieval. Se asemeja mucho a una de ellas desde el exterior. También en el interior. Parece que hubo en su construcción algún desorden presupuestario, porque el sitio albergaba en sus inicios escasas construcciones, siendo la mayor parte del terreno un eriazo seco, herido de zanjas y socavones, se diría a propósito para esconder a algún fugitivo. También había algunas canchas de fútbol, con arcos y deslindes imaginarios. Al poco tiempo de su inauguración, quedó excedida la escasa capacidad de sus instalaciones y los nuevos reclusos tuvieron que construir ellos mismos sus albergues, con material de desecho, ramas, lo que fuera. Cuando llegaba algún guapo, obligaba a alguno menos avisado a abandonar su habitación y dejarle su precaria construcción en exclusividad. Con el auge del narcotráfico también llegó gente de buen pasar. Fueron estos los que iniciaron una revolución inmobiliaria y se diría hasta urbanística al interior del penal. Al día de hoy, existen numerosas construcciones, todas hechas por los propios internos, que incluyen departamentos individuales con todas las comodidades, incluido sauna y sala de billar. Circulan sin limitaciones todo tipo de licores y mercaderías. Han aparecido callejuelas y esquinas, y hasta pequeños comercios de víveres. En la actualidad dicen que hay TV cable e internet, y que la falta de espacio impone la construcción en altura, existiendo algunos edificios de departamentos de hasta cuatro plantas. Me consta que cuando algún jefe termina de cumplir su condena, no abandona pura y simplemente su residencia, sino que la vende y se hace pagar. Si el comprador no paga, compromete a su familia y parientes extramuros. Para mayor seguridad, he visto y juro que no había bebido, títulos de dominio de estas viviendas inscritos en la Oficina de Derechos Reales (propiedad inmobiliaria). En aquella época, sin embargo, no había construcciones de más de una planta y la Licenciada había alquilado un departamento cómodo, con servicios básicos que me resulta imposible decir cómo se conseguían: electricidad, agua, teléfono e incluso gas. La presencia policial era escasa y se limitaba al personal de guardia en la entrada y al de las torretas de vigilancia. En el interior de esta ciudadela, un código de honor imponía orden y disciplina y quien atentaba contra la mantención de estos beneficios era arrojado sin trámites al barrio antiguo, compuesto por los pocos barracones que el estado construyó y que siempre estaban atestados.

Eran casi las cuatro de la tarde y Alberto y yo nos presentamos en la puerta del penal. Con increíble expedición nos permitieron el ingreso, marcándonos el antebrazo con una especie de tinta. Después sabríamos que lo difícil no era entrar, sino salir.

9 comentarios:

Eulalia dijo...

Pero, ¡hombre!, ¿a quién se le ocurre meterse en semejante laberinto?
Son ganas de aventuras...
Un beso.

Albornoz & Bórquez dijo...

Egregio maestro: Desde acá lo saludamos con una innegrable coña marinera, término bastante aplicable a la estancia en este puerto,residencia de ciegos y perdedores.
Eso si, la coña se me acaba cuando me relata su visita al penal cruceño, promiscuidad y violencia.
Detesto las cárceles y Solis aún más.El rancio olor de ellas nos hacen poner cara de arcada, y preferimos pasar de largo.
Váyase cuanto antes de Santa Cruz ( en su relato) y tome otros rumbos, bitte.Por último a Sealand.O a Quintero.
Como dice el estadista Chávez, no sea pendejo de la p hasta la o, y disculpe el exabrupto, que me lo apuntó Solis.
Larga vida a Sealand.
Boston y Bosnia

Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...

Eulalia:

La historia de la Lcda. Peredo acabará alguna vez, y me empeño está en que los peligros que me van apareciendo no me acaben a mí.
Mi amigo Alberto, pese a su ceguera, no padece de falta de visión, y sus agudos sentidos restantes tendrán un papel que podría ser crucial, o no.
Un beso

Oliveira:
Ya veo que le apetecen otros rumbos y tomaré nota, aunque, aclaro, estos no son relatos a pedido.
En cuanto a su coña marinera, no sólo resulta negable, sino que profundamente negrable.
Un abrazo

Eulalia dijo...

Esta vez sí que entro para quejarme... De su ausencia.
Un beso.

Albornoz & Bórquez dijo...

Distinguido Cónsul: Vuelvo de mi periplo y encuentro sin actualizar su sitio. Sospecho dos cosas: una pereza indigna de su condición o bien, y muy seguramente, una conjunción de astros que lo conducen por el buen camino del esfuerzo laboral, bien remunerado, por cierto.
Siendo esta última situación la más posible, espero cuanto antes su respuesta.
Abrazos y coña marinera, de la buena.
Oliveira y el otro

manolotel dijo...

Ahora, ya al tanto de las iniciales peripecias, comprendo un poco mejor el hilo y sus revoluciones.

Se presenta un punto de inflexión que, sospecho, indispensable para el tránsito hacia el meollo existencial del asunto.

Sigo atento.
Saludos.

Albornoz & Bórquez dijo...

Estimadísimo Cónsul: Por un amigo común supimos que usted se encuentra retenido en algún poco aceitado engranaje de la REVOLUCION de la capital del Reino. Debe extrañar Zamboanga o cualquier otro lugar de la isla de Mindanao, en donde el tiempo corre lento y sin sobresaltos ( y sin muchos asaltos).
No desfallezca, aunque, al menos, le pedimos dé señales de vida.
Con afecto ( mío)
Oliveira y este otro

Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
humo dijo...

Don Eleuterio,
Agradezco su visita y espero continúe honrándome con la lectura de mis (no sé cómo adjetivar) escritos. Y me encantaría que me hiciera una crítica literaria: ¿es porno o erotismo?
Vargas Llosa establece entre ambos una sola distinción: el último estaría escrito con arte y, por tanto, sería literatura.
Más me gustaría, sin embargo, que usted continuara su narración, que he descubierto encantada.
Saludos.